La ZBE de Donostia vivió, en la madrugada del 14 de marzo de 2025, el momento que toda medida política teme y necesita: el salto del PowerPoint a la calle. Ese instante en que una idea bienintencionada deja de ser promesa y se convierte en multa. Fue el día en que esta zona restringida —1,2 km² que abrazan el Boulevard, la Parte Vieja y el Ensanche romántico— dejó de educar y empezó a sancionar. Y como suele pasar cuando se cambia la pedagogía por el castigo, se encendió algo más que las cámaras: se desató el debate sobre el modelo de ciudad, la justicia social y el precio de respirar.

La zona de bajas emisiones de San Sebastián, lejos de ser un apacible consenso verde, ha resultado ser un campo de pruebas: para la ciudadanía, para los técnicos, para los políticos y, cómo no, para los franceses que cruzan cada día la frontera. Dos meses después, ya no hablamos solo de normativa, sino de un fenómeno urbano que mezcla datos, percepción, polémica y un inesperado protagonismo europeo.
ZBE de Donostia: del BOE a la calle en tiempo récord
La historia de la ZBE de Donostia comienza, cómo no, en Bruselas. Cuando la Ley 7/2021 ató los fondos europeos a la creación de zonas de bajas emisiones en ciudades de más de 50.000 habitantes, comenzó una carrera contrarreloj. Y Donostia —esa ciudad que suele aparecer en rankings de calidad de vida, pero no tanto en velocidad administrativa— decidió ponerse las zapatillas.
En diciembre de 2024 se activó el registro obligatorio para los vehículos sin distintivo ambiental español. En enero se instalaron las cámaras de vigilancia. En febrero, se desplegó una intensa campaña de información. Y en marzo… la sanción. El Ayuntamiento presume de celeridad, mientras otras capitales como Oviedo, Avilés o Gijón han preferido retrasar, reformular o directamente abandonar el proyecto, temerosos de enfadar a sus votantes. Aquí, en cambio, se optó por el viejo método de la «implantación exprés y corrección sobre la marcha».
Todo el proceso se ampara en el Plan de Movilidad Urbana Sostenible 2024-2029 (PMUS), que ya anticipa nuevas etapas aún más ambiciosas: en 2028 se prohibirá el acceso con etiqueta B, y para 2030, las restricciones se ampliarán a vehículos con etiqueta C. Un calendario que, en papel, suena a transformación histórica, aunque en la práctica, ya se sabe: las ciudades no cambian de un mes para otro… salvo si las multas lo exigen.
Las cifras de la ZBE de Donostia: 50.000 registros y 200 € por error tipográfico
Las primeras estadísticas no dejan lugar a dudas: la ZBE de Donostia ha llegado para quedarse… y recaudar. Desde diciembre, se han tramitado cerca de 50.000 solicitudes de acceso, de las cuales 46.106 corresponden a vehículos extranjeros. El 85 % lleva matrícula francesa, evidencia de que el intercambio diario entre Iparralde y Gipuzkoa no entiende de etiquetas ambientales.
Pero lo más revelador no son las cifras de registros, sino las de sanciones. De lunes a viernes, se cursan una media de 23 propuestas de sanción al día. Los fines de semana, la cifra se triplica: 72 multas diarias. Todas ellas son catalogadas como infracciones graves, con un importe de 200 euros, aunque tardan hasta seis meses en llegar. Eso sí, si el infractor reincide y reside en Donostia, el recargo sube al 30 %. El aire limpio, al parecer, viene con letra pequeña.
Y lo más llamativo: muchas multas no nacen de la infracción consciente, sino del desconocimiento o error digital. Una matrícula mal escrita en el portal donostia.eus/zbe basta para quedar fuera de la base de datos y, por tanto, dentro de la lista negra. El 14 de marzo, fecha en la que se activaron las sanciones, se dispararon las llamadas al 010 y las visitas presenciales. En total, 8.384 consultas atendidas hasta el cierre de la oficina en la calle Arroka. Que no se diga que la burocracia no es un deporte de riesgo.
¿Aire más limpio o placebo colectivo? Primeros datos de la ZBE de Donostia
La gran pregunta no tiene aún una respuesta definitiva: ¿ha mejorado la calidad del aire en Donostia? En abril, la estación de Loyola detectó una reducción del 9 % en los niveles de dióxido de nitrógeno (NO₂) en comparación con el mismo mes del año anterior. La estación de Easo, por su parte, registró partículas PM2,5 por debajo de los 15 µg/m³, un valor calificado como “Bueno” por la red vasca de calidad del aire.
Pero la ciencia, como el amor, necesita tiempo. El Ayuntamiento no canta victoria y prepara un informe más robusto con series de datos anuales que se publicará en diciembre. Porque una primavera húmeda puede limpiar el aire tanto como un coche eléctrico. Hasta entonces, solo nos queda la percepción. Algunos vecinos aseguran que ya “no huele a diésel” en la calle Hernani. Otros, sobre todo repartidores y camioneros, afirman que el atasco simplemente se ha mudado a Amara y Riberas. En fin, el dióxido se disuelve, pero la polémica se condensa.
La ZBE de Donostia y la fractura social: entre la utopía verde y el peaje encubierto
De todos los conflictos que ha traído la ZBE de Donostia, el más delicado es el que enfrenta dos visiones antagónicas de justicia: la ecológica y la económica.
En un extremo, vecinos del centro histórico y colectivos ambientalistas que ven en la ZBE una medida valiente de salud pública. Piden incluso ir más allá: peatonalizar el Boulevard, prohibir aún más vehículos, recuperar espacio para el peatón.
En el otro, taxistas de pueblos cercanos, autónomos del gremio de la construcción y familias con vehículos diésel del año 2012, conscientes de que en 2028 serán ilegales sin haber hecho nada ilegal. No se trata solo de movilidad: se trata de clase social. La ZBE, acusan, es un «impuesto al pobre con aspiraciones de SUV eléctrico».
Y mientras aquí se discute, Francia aprieta el acelerador… hacia atrás. La Asamblea Nacional ha aprobado suprimir las ZFE por considerar que penalizan a los hogares más vulnerables. Una votación aún pendiente de ratificación, pero que ya ha reactivado el debate donostiarra: si París retrocede, ¿por qué San Sebastián debería avanzar?
El frente judicial: la sombra de Madrid sobre la ZBE de Donostia
El Real Automóvil Club de España (RACE) ya ha puesto la lupa legal sobre la ZBE de Donostia. Está asesorando a conductores sancionados y recuerda que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid anuló en 2024 su propia ZBE por falta de informe económico.
El Ayuntamiento donostiarra defiende su memoria económica y su encaje legal en el Real Decreto 1052/2022, pero la batalla jurídica, como todas, será larga. Mientras tanto, la confianza ciudadana cuelga de un hilo y la recaudación sigue en marcha.
Para los conductores extranjeros que aún sueñan con la impunidad, hay malas noticias. La Directiva (UE) 2024/3237, aprobada en diciembre pasado, facilita el intercambio de datos y endurece la persecución de multas impagadas. Sí, incluso en Francia. La multa, como el amor, ya no entiende de fronteras.
Donostia como espejo europeo: ¿modelo o advertencia?
La ZBE de Donostia ya no es solo un experimento local. Ciudades como Bilbao, Valencia o Burgos la observan con atención. Bruselas también. Porque si esta medida demuestra eficacia sin colapsar la economía del centro, será un argumento para seguir desplegando zonas de bajas emisiones por toda Europa. Si fracasa, servirá como excusa perfecta para exigir moratorias o exenciones. Donostia, queriéndolo o no, es ahora un caso testigo.
Fase 2: lo que espera a la vuelta de la esquina
En 2028 comenzará la segunda fase de la ZBE de Donostia: los vehículos con etiqueta B quedarán vetados, salvo excepciones. En 2030 se estudiará restringir la etiqueta C, al menos en horas punta. Mientras tanto, la ciudad invertirá en 13 nuevos autobuses eléctricos, ampliará la red de bidegorris y seguirá alimentando el eterno dilema: ¿transición justa o selección natural sobre ruedas?
Últimos consejos para sobrevivir a la ZBE de Donostia
Para quien aún no se haya enterado, un recordatorio útil:
– Si tienes matrícula extranjera, regístrate antes de cruzar el pórtico.
– Si tu coche no tiene etiqueta, revisa las excepciones (servicios esenciales, personas con movilidad reducida, etc.).
– Y si solo vienes al centro de visita, deja el coche en Illunbe o Miramón. Sale más barato que una multa y contribuyes a que este experimento no termine en tragedia burocrática.
Epílogo: entre la sanción y el sentido común
La ZBE de Donostia ya no es un plan, ni una promesa, ni una utopía verde. Es una realidad concreta, llena de contradicciones, matices y cámaras encendidas. Su éxito dependerá menos de los decibelios en los foros de internet y más de una pregunta incómoda: ¿es compatible la salud del planeta con la justicia social?
Por ahora, Donostia respira un poco mejor… y multa mucho más. La historia, como siempre, está en desarrollo.