Las aguas de la bahía de Pasaia, testigos silenciosos de siglos de historia marítima, han devuelto a la luz uno de sus secretos mejor guardados. En un anuncio que resuena con el eco de cañones y el fragor de batallas imperiales, el Departamento de Cultura de la Diputación Foral de Gipuzkoa ha confirmado un hallazgo arqueológico de una trascendencia extraordinaria: los restos de lo que se cree es la Nao Santa Ana, la legendaria nave capitana de la Escuadra de Guipúzcoa en la Gran Armada de 1588.

Este descubrimiento no es solo el hallazgo de un pecio; es la recuperación de un capítulo fundamental en la historia de Gipuzkoa y del País Vasco, una historia de poderío naval, ambición imperial y, finalmente, de una tragedia local que ha permanecido sumergida durante 437 años. Construida en los propios astilleros de Pasaia y comandada por el almirante donostiarra Miguel de Oquendo, la Santa Ana regresa a casa, emergiendo del fango para contar su historia.
Un Hallazgo Sin Precedentes: La Evidencia Emerge del Fango
El descubrimiento es el fruto de un meticuloso y sistemático programa de arqueología subacuática que se viene desarrollando en la bahía de Pasaia desde 2021. Durante las campañas, que ya habían localizado dos pecios del siglo XVII, el equipo de investigación se topó con una estructura que inmediatamente activó todas las alarmas. A unos 12 metros de profundidad, en el fango del canal principal del puerto, yacía un tramo de cuatro metros de la quilla de un gran navío, construida en robusta madera de roble.
La clave para desvelar la identidad del pecio provino de la ciencia. Se extrajeron dos muestras de la madera de roble para ser sometidas a datación por radiocarbono (Carbono-14). Los resultados fueron concluyentes: la cronología arrojada por el análisis sitúa la construcción de la embarcación en la segunda mitad del siglo XVI. Esta datación encaja a la perfección con la construcción de la Nao Santa Ana, que tuvo lugar en los astilleros de Pasaia en el año 1586.
Junto a la imponente estructura de la quilla, los arqueólogos recuperaron siete bolaños de artillería de piedra, proyectiles esféricos con un calibre aproximado de 20 centímetros. Este tipo de munición es característico de las piezas de artillería naval de la época, añadiendo una capa más de evidencia que apunta directamente a un buque de guerra del siglo XVI.
La magnitud del hallazgo ha sido refrendada por las voces más autorizadas. La arqueóloga foral Mertxe Urteaga, una de las expertas implicadas en el proyecto, ha calificado el descubrimiento como de «una dimensión histórica extraordinaria». Por su parte, la directora foral de Cultura, Mari José Tellería, ha subrayado el valor patrimonial de la propia bahía, declarando que «es un verdadero yacimiento arqueológico subacuático.
Lo que hemos descubierto hasta ahora —y apenas estamos empezando— confirma su enorme potencial patrimonial». Estas declaraciones no solo validan la importancia de la Santa Ana, sino que enmarcan el hallazgo dentro de un contexto mucho más amplio de riqueza histórica sumergida en la costa guipuzcoana.
La Historia de la Nao Santa Ana: Orgullo de los Astilleros de Pasaia
Para comprender la importancia de estos restos, es necesario viajar en el tiempo hasta el siglo XVI, la edad de oro de la construcción naval vasca. Los astilleros de Pasaia eran un hervidero de actividad, un centro de innovación tecnológica reconocido en toda Europa, de donde salían los buques que sostenían el vasto imperio de Felipe II, desde las flotas comerciales de la Carrera de Indias hasta las naos balleneras que se aventuraban en el Atlántico Norte.
Fue en este contexto, alrededor de 1586, cuando se construyó la Santa Ana. No era un galeón, el tipo de navío más estilizado y puramente militar, sino una nao, una embarcación más robusta y versátil, diseñada tanto para la carga como para el combate. Las fuentes históricas presentan algunas discrepancias sobre sus dimensiones exactas, un hecho común en la documentación de la época.
Unos registros la describen con un desplazamiento de 690 toneladas , mientras que otros, como los de la Real Academia de la Historia, elevan esa cifra hasta unas imponentes 1200 toneladas, lo que la convertiría en una de las naves más grandes de toda la flota. Estaba armada con una potente artillería, con fuentes que citan entre 24 y 47 cañones.
Al mando de esta formidable nave se encontraba una de las figuras más legendarias de la marina española: el almirante Miguel de Oquendo y Segura. Nacido en San Sebastián en 1534, Oquendo era un marino curtido en mil batallas, un veterano de los mares cuya pericia era tan respetada que fue nombrado teniente general de toda la Gran Armada, segundo al mando solo por debajo del Duque de Medina Sidonia. La Santa Ana era su buque insignia, la capitana de la Escuadra de Guipúzcoa, una de las flotas más importantes que componían la «empresa de Inglaterra».
Aclaración Histórica: Las Dos Naos «Santa Ana»
Es fundamental, para evitar confusiones históricas comunes, distinguir la nao del siglo XVI hallada en Pasaia de otro célebre navío español del mismo nombre. La existencia de dos buques importantes llamados «Santa Ana» en diferentes siglos ha llevado a menudo a equívocos. El análisis de los registros históricos permite diferenciarlos claramente. La nao de Oquendo es una reliquia de la era de los descubrimientos y las grandes armadas imperiales, mientras que su sucesora homónima representa el cénit de la construcción naval de la Ilustración.
Característica | Nao Santa Ana (Pecio de Pasaia) | Navío Santa Ana (Barco de Trafalgar) |
Época | Siglo XVI | Siglo XVIII |
Construcción | c. 1586 en Pasaia | 1784 en El Ferrol |
Tipo | Nao (Carraca) | Navío de Línea (3 puentes) |
Armamento | Aprox. 47 cañones | 112 cañones |
Conflicto Clave | Gran Armada (1588) | Batalla de Trafalgar (1805) |
Comandante | Miguel de Oquendo | José Ramón de Gardoqui |
Destino | Explotó en el puerto de Pasaia, 1588 | Desguazado en La Habana, c. 1816 |
Esta distinción es crucial. El barco que descansa en el lecho de la bahía de Pasaia es el predecesor del siglo XVI, un protagonista directo de la épica y trágica jornada de la Gran Armada.
El Trágico Final: Fuego y Muerte en el Puerto de Regreso
La campaña de la Gran Armada de 1588 fue un desastre. Tras los enfrentamientos en el Canal de la Mancha contra la flota inglesa, más ágil y mejor artillada, la armada española se vio obligada a una penosa retirada bordeando las islas británicas, donde las tempestades del Atlántico Norte causaron más estragos que el propio enemigo.
La Nao Santa Ana, maltrecha pero a flote, fue una de las supervivientes que logró regresar a la costa cantábrica, buscando refugio en su puerto de origen, Pasaia. Sin embargo, el destino le tenía reservado un final aún más cruel. El 24 de octubre de 1588, mientras la tripulación se afanaba en las tareas de descarga del material de guerra, una chispa accidental alcanzó la santabárbara, el polvorín del barco.
La explosión fue catastrófica. La formidable nao «saltó por los aires», desintegrándose en un instante y sembrando la bahía de restos y cadáveres. La ironía fue terrible: decenas de marinos, algunas fuentes hablan de más de 100 hombres, que habían sobrevivido a los cañones de Francis Drake y a la furia del océano, encontraron la muerte en la seguridad de su propio hogar. Un testigo de la época dejó constancia de que la nao «se quemó en el puerto del Passaje».
En cuanto al almirante Oquendo, no pereció en la explosión. Regresó de la campaña enfermo y con el corazón roto por el fracaso de la empresa. Murió en su casa de San Sebastián a principios de octubre de 1588, apenas unas semanas antes de que su querida nave capitana tuviera su trágico final.
La Importancia del Descubrimiento: Un Yacimiento de Talla Mundial
El hallazgo de la Santa Ana trasciende el interés local. Es una ventana directa a uno de los momentos más cruciales de la historia europea y un testimonio material de primer orden sobre la tecnología naval vasca del siglo XVI. Mientras que los archivos nos ofrecen relatos escritos, el pecio nos ofrece el «documento» físico: la madera, los clavos, los proyectiles.
Este descubrimiento sitúa a la bahía de Pasaia en el mapa de los grandes yacimientos arqueológicos subacuáticos del mundo. Confirma, como señalaba la directora de Cultura, el «enorme potencial patrimonial» de la costa guipuzcoana, un auténtico archivo histórico sumergido.
Además, el proyecto es un modelo de éxito basado en la colaboración institucional, una «investigación coral». La coordinación entre la Diputación Foral de Gipuzkoa, la Autoridad Portuaria, la Comandancia Naval de San Sebastián, la sociedad de ciencias Aranzadi y el centro de formación profesional Blas de Lezo ha sido clave. La Armada Española desempeñó un papel fundamental al desplegar el buque multipropósito
Carnota para las labores de prospección, mientras que los profesores y alumnos del Blas de Lezo participaron activamente como buzos en las inmersiones.
El futuro de los restos es un reto científico y cultural. Las piezas de madera recuperadas serán sometidas a complejos procesos de conservación para estabilizarlas y evitar su desintegración al secarse. El objetivo final es que puedan ser exhibidas al público. Se planea una gran exposición en el Itsas Museoa de Donostia, donde los vestigios de la Santa Ana dialogarán con los de otros pecios vascos, como los de Orio o la urca flamenca de Iturritxiki, tejiendo un relato completo sobre el rico pasado marítimo de la región.
Pasaia y el Mar: Un Legado de Construcción Naval y Aventura
El hallazgo de la Santa Ana no es un hecho aislado, sino la confirmación de la extraordinaria herencia marítima de Pasaia. Durante los siglos XVI y XVII, sus astilleros no solo fueron los más importantes de la Corona de Castilla, sino de toda Europa. Aquí se botaban los barcos que conectaban un imperio global, aplicando un conocimiento y una técnica que eran la envidia del mundo.
Este legado tiene un paralelo fascinante en otro barco pasaitarra: la Nao San Juan. Construida en Pasaia en 1563, esta nao ballenera se hundió en 1565 en Red Bay (Labrador, Canadá). Sus restos, descubiertos en 1978, se convirtieron en un icono de la arqueología subacuática y un símbolo de la epopeya de los balleneros vascos.
Hoy, la factoría marítima Albaola, en la misma bahía de Pasaia, está construyendo una réplica a tamaño real utilizando las técnicas del siglo XVI. El descubrimiento de la Santa Ana refuerza esta narrativa, conectando Pasaia con dos de los pecios más importantes del siglo XVI a ambos lados del Atlántico, uno comercial y otro militar, ambos nacidos en sus gradas.
Conclusión
La Nao Santa Ana, orgullo de los astilleros de Pasaia, ha regresado. Sobrevivió a la mayor flota de su tiempo y a la furia del océano, solo para encontrar un final de fuego y tragedia en las mismas aguas que la vieron nacer. Durante más de cuatro siglos, ha permanecido como una leyenda, una historia susurrada en los muelles.
Hoy, gracias a la ciencia, la tecnología y una ejemplar colaboración, esa leyenda se ha hecho tangible. Los restos de su quilla y sus cañones no son solo madera y piedra; son un tesoro cultural, un monumento a la pericia de los constructores navales vascos y un recuerdo solemne de los hombres que navegaron y perecieron en ella. Mientras los expertos trabajan para conservar y exhibir este patrimonio, la bahía de Pasaia nos recuerda que bajo sus tranquilas aguas aún duermen incontables historias, esperando el momento de ser contadas.