viernes, 18 julio, 2025
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Ascenso del Sanse: cómo la Real Sociedad B volvió a Segunda

En un atardecer sofocante de junio que aún cargaba con la bruma del Cantábrico, el Ascenso del Sanse convirtió el campo principal de Zubieta en un hervidero de historias: el 22 de junio de 2025, la Real Sociedad B —conocida en casa y fuera como el Sanse— recuperó su hueco en LALIGA Hypermotion tres campañas después al sobrevivir a 120 minutos de suspense frente al Nàstic de Tarragona y sostener el 4-3 global gracias a un penalti transformado por Manex Guibelalde. La epopeya rubricó una temporada que, lejos de ser lineal, se escribió a golpe de baches, remontadas y la fe inquebrantable de una generación que apenas supera los 21 años y que reaviva la ilusión futbolística de Donostia-San Sebastián..

Ascenso del Sanse

Un penalti que selló el ascenso del Sanse

El guion de la vuelta rayó en lo cinematográfico. El Sanse llegaba con un prometedor 1-3 conquistado en Tarragona siete días antes, en parte gracias al ímpetu de Mikel Rodríguez y al infortunio de Unai Dufur, cuyo centro desviado inauguró la cuenta visitante en el Nou Estadi. Pero el Nàstic devolvió el golpe en Zubieta: Jaume Jardí marcó a los 37 minutos y Joan Oriol, desde los once metros, silenció a la grada en el 78.

Con el 0-2, el partido enfiló una prórroga al borde del colapso emocional; ahí emergió Guibelalde. El joven delantero, apenas 19 años, exhibió un temple impropio de su edad para colocar el 1-2 definitivo y rescatar el ascenso que había empezado a escaparse entre los dedos. La celebración fue casi instintiva: invasión pacífica de césped, bengalas blanquiazules y lágrimas compartidas entre chavales que en su mayoría no habían nacido la víspera del anterior salto de categoría.

Un trayecto liguero de curvas pronunciadas

La gesta, sin embargo, se cimentó mucho antes de la tanda de palpitaciones finales. El Sanse ocupó la tercera plaza del Grupo I de Primera RFEF con 62 puntos, solo superado por el campeón Cultural Leonesa y la Ponferradina, y lo hizo exhibiendo el cuarto mejor registro defensivo de la liga (33 goles encajados). La primera docena de jornadas fueron una montaña rusa plagada de lesiones —la de Arkaitz Mariezkurrena desconfiguró las bandas— y de errores propios de un bloque en construcción, lo que mantuvo al filial navegando por la mitad de la tabla.

El giro del invierno

El punto de inflexión se produjo en diciembre, cuando Mikel Goti, fichaje vizcaíno que ya llevaba meses insinuando su olfato, encadenó una racha de seis goles en ocho partidos y se erigió en referente ofensivo. Goti terminaría la temporada con 13 dianas ligueras, cifra que lo situó en el top-5 de artilleros de la categoría y que explica buena parte del ascenso. Con él en plenitud, el Sanse hilvanó ocho jornadas sin derrota entre enero y marzo y comenzó a creerse candidato.

Cambio en el puente de mando

Cuando abril despuntaba, la llamada del primer equipo alteró el tablero: Sergio Francisco dio el salto al staff de Imanol Alguacil y la dirección pasó a Iosu Rivas, un técnico con pedigrí de cantera que reforzó la presión tras pérdida sin renunciar al 4-2-3-1 de posesión intensiva. Sus primeras semanas dejaron cifras reveladoras: el equipo recuperaba el balón en menos de seis segundos en más de la mitad de las pérdidas en campo contrario, un rasgo que se vería decisivo en el play-off.

El play-off: un trauma que se convirtió en armadura

Semifinal en el Romano

La ruta hacia la gloria exigió primero superar al Mérida AD. En el Romano José Fouto, a los 69 minutos, Mariezkurrena silenció a más de seis mil extremeños con un disparo cruzado que valdría oro semanas más tarde. La vuelta en Zubieta acabó calcando el marcador a favor de los visitantes y llevó la eliminatoria al alambre de la prórroga; el Sanse se clasificó gracias a su mejor posición liguera, pero el susto encendió las alarmas y recordó que la Primera RFEF no perdona la relajación.

Primer asalto en Tarragona

Con el aprendizaje en la mochila, los potrillos asaltaron Tarragona convencidos de que el ascenso pasaba por puntuar fuera de casa. El tempranero autogol de Dufur —después corregido a su favor por el acta— y las dianas de Rodríguez y Gorka Carrera firmaron un 1-3 que parecía definitivo. “Nos jugamos el trabajo de un año en 90 minutos y salimos a morder”, confesó Carrera al micrófono nada más acabar el encuentro, consciente de que el relato aún estaba incompleto.

La noche interminable de Zubieta

Lo que siguió el 22 de junio fue un carrusel de emociones. Empatado el global, la prórroga se convirtió en un intercambio de golpes tan vertiginoso como agotador. Guibelalde, producto puro de Zubieta, asumió la responsabilidad en el penalti que selló el ascenso. “Me temblaban las piernas, pero cuando escuché a mis compañeros animarme entendí que no podía fallar”, reveló después en la zona mixta, todavía enfundado en la camiseta sudada y con restos de confeti en el pelo.

ADN Zubieta: la fábrica vuelve a facturar talento

La estadística habla por sí sola: 10 de los 11 titulares del once tipo se formaron íntegramente en la cantera realista y la edad media apenas supera los 20 años.Desde Egoitz Arana, portero de 11 porterías a cero, hasta el multiusos Peru Rodríguez en la zaga, pasando por el timón de Aritz Marcos, la plantilla es la expresión más reciente de un método que prioriza técnica, inteligencia táctica y arraigo al territorio.

Claves tácticas de un éxito mayúsculo

Rivas consolidó una salida de balón en 3+1 con Marcos incrustado entre centrales para sortear la presión rival, mientras que la pizarra a balón parado aportó nueve goles ligueros, incluido el propio penalti decisivo. La presión tras pérdida, elevada a dogma, permitió al equipo robar alto y acelerar transiciones que pillaron desprevenidos a rivales teóricamente más expertos.

Impacto local y proyección de futuro

El ascenso supone un impulso económico cifrado en torno a cuatro millones de euros entre derechos audiovisuales y ayudas de la RFEF, recursos que la directiva planea destinar a la remodelación de Zubieta XXI y a blindar contratos de sus jóvenes promesas.Para Donostia, además, implica el regreso de fines de semana con doble cita profesional —el primer equipo en Primera y el filial en Segunda—, un imán turístico que identidad y negocio agradecen por igual.

Mikel Goti y Arkaitz Mariezkurrena realizarán la pretemporada con Imanol Alguacil; el club sopesa cesiones dentro de la propia LALIGA Hypermotion para garantizar minutos de primer nivel sin frenar su progresión. El arquero Arana, por su parte, ya ha sido incluido en la lista de sparrings que acompañará a la Real en su gira veraniega por Asia.

Epílogo: la ciudad que sueña despierta

Cuando la megafonía apagó al fin los acordes de “Txuri-urdin”, cientos de niños seguían correteando sobre la hierba larga de Zubieta buscando la firma de sus héroes. Las luces del recinto se marchitaron poco después, pero la postal quedó grabada: un grupo de veinteañeros, formados a la orilla del Monte Igeldo, devolviendo a Donostia la palabra “fútbol profesional” y recordando que, en tiempos de cheques astronómicos, todavía existe un lugar donde los ascensos se tejen con talento local, conciencia colectiva y un innegociable amor por la camiseta.

El Sanse vuelve a Segunda y la ciudad entera, de Anoeta a la Parte Vieja, se lo permite soñar otra vez. Porque el ascenso no es solo un destino; es, sobre todo, un viaje que ya forma parte de la memoria sentimental de una generación.

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