El paseo de las tres playas de San Sebastián es una de esas experiencias que te hacen sentir que has encontrado un rincón perfecto del mundo. Este recorrido de 6,47 km, medido con la precisión de la aplicación Google Fit (porque, admitámoslo, contar pasos es casi un deporte), te lleva desde el majestuoso Peine del Viento hasta el vibrante barrio de Sagüés, pasando por las icónicas playas de Ondarreta, La Concha y Zurriola.

Por el camino, te cruzas con lugares tan especiales como el Puerto, el Paseo Nuevo, la Plaza de la Zurriola, y vistas a joyas como el Palacio de Miramar, el Ayuntamiento o los Cubos de Moneo. Ven conmigo a descubrir por qué este paseo es una de las mejores formas de enamorarte de San Sebastián, con un toque de historia, belleza y ese encanto que solo esta ciudad tiene.
El Comienzo Perfecto: Peine del Viento
El viaje arranca en el Peine del Viento, una obra maestra del escultor vasco Eduardo Chillida que parece dialogar con el mar y el viento. Estas esculturas de acero, ancladas en las rocas al final de la playa de Ondarreta, son un espectáculo cuando las olas del Cantábrico chocan contra ellas, creando un baile de espuma y sonidos que te atrapa. Es un lugar que invita a pararse, respirar hondo y simplemente admirar cómo el arte y la naturaleza se dan la mano.
Desde aquí, el paseo sigue por la playa de Ondarreta, la más tranquila y familiar de las tres. Su arena fina y su ambiente relajado la hacen perfecta para ver a niños construyendo castillos, familias paseando o algún valiente probando el paddle surf en las aguas frías del Cantábrico. En los años 20, esta playa era el lugar favorito de la alta sociedad, que venía a San Sebastián a disfrutar del verano con un toque de glamour. Hoy, conserva ese aire elegante pero accesible, con un paseo marítimo lleno de vida y color. Me encanta cómo, incluso en un día nublado, la playa parece brillar con un encanto especial.
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La Concha: La Postal de San Sebastián
El recorrido continúa por el Paseo de La Concha, que bordea la playa más famosa de la ciudad, conocida por su forma de concha perfecta y su arena dorada. Este tramo es como caminar dentro de una postal: la barandilla blanca, las farolas de diseño y el mar brillando al fondo te hacen sacar el móvil cada pocos pasos. Es imposible no quedarse embobado con la vista de la bahía, con la isla de Santa Clara flotando en el horizonte como un pequeño tesoro.
En verano, pequeños barcos te llevan a esta isla, que tiene una playa diminuta y un faro que parece sacado de un cuento.
A lo lejos, en lo alto de una colina, se ve el Palacio de Miramar, construido en 1893 como residencia de verano de la realeza española. Aunque no está justo en la ruta y requiere un pequeño desvío para visitarlo, sus jardines abiertos al público y sus vistas panorámicas de la bahía son un planazo. Durante mi paseo, decidí no subir hasta el palacio, pero su silueta elegante, recortada contra el cielo, ya es suficiente para añadir un toque de magia al recorrido.
Si te fijas mientras caminas, verás pequeñas placas en el suelo que cuentan historias de la ciudad, como visitas de personajes ilustres o eventos históricos. Me paré a leer una sobre la reina María Cristina, que veraneaba aquí, y por un momento me imaginé paseando con un parasol como en la Belle Époque. Esos detalles hacen que el paseo sea mucho más que un simple camino junto al mar.
El Puerto: Un Rincón con Alma Marinera
Llegamos al puerto de San Sebastián, un lugar que respira tradición y vida. Los barcos pesqueros balanceándose, las traineras alineadas y el olor a mar mezclado con el de los restaurantes cercanos crean un ambiente único.
Aquí, los bares y tabernas te tientan con pintxos y mariscos frescos, y es difícil resistirse a hacer una pausa. Una historia que me contaron es que, hace décadas, los pescadores cantaban habaneras mientras reparaban sus redes, una tradición que aún se revive durante la Semana Grande de San Sebastián. Si te animas a sentarte en una terraza, prueba unas gambas a la plancha o un pintxo de txangurro; es como saborear el alma de la ciudad.
El puerto también tiene un encanto histórico. Cerca de aquí está el Ayuntamiento, un edificio neoclásico que en sus orígenes fue un casino, el corazón de la vida social en la Belle Époque. Imagínate a las damas y caballeros de antaño apostando y bailando mientras el mar brillaba al fondo. Hoy, es un punto de referencia que añade un toque de grandeur al paseo.
Paseo Nuevo: La Fuerza del Cantábrico
El Paseo Nuevo, que rodea el Monte Urgull, es el tramo más salvaje del recorrido. Aquí, el Cantábrico muestra su carácter, con olas que, cuando la marea está alta y el mar está movido, pueden salpicar a los caminantes. Es una experiencia emocionante, sentir la brisa salada y escuchar el rugido del mar mientras las olas rompen contra las rocas.
Una historia local cuenta que, en 2016, una tormenta dejó un pequeño barco encallado en las rocas de este paseo, y los vecinos se unieron para ayudar a rescatarlo, mostrando el espíritu solidario de San Sebastián. Este tramo es perfecto para quienes buscan un poco de aventura, con vistas espectaculares del mar abierto y el contraste con la calma de La Concha.
Zurriola y los Cubos de Moneo: El Lado Moderno
El paseo culmina en la Plaza de la Zurriola, junto a la playa de Zurriola, el paraíso de los surfistas. Esta playa tiene un ambiente joven y desenfadado, con tablas de surf surcando las olas y un rollo más alternativo que Ondarreta o La Concha. Aquí se encuentra el Kursaal, un edificio diseñado por Rafael Moneo con sus famosos Cubos de Moneo, que parecen brillar como joyas al atardecer. Cuando se inauguraron en 1999, generaron todo tipo de opiniones: algunos los veían como una obra maestra de la arquitectura moderna, otros como algo fuera de lugar. A mí me parecen un contraste fascinante, un guiño al San Sebastián más contemporáneo.
La Plaza de la Zurriola es un punto de encuentro para eventos culturales, como el Festival de Jazz o el Festival de Cine de San Sebastián, que llenan la ciudad de vida. Si sigues un poco más hasta Sagüés, encontrarás un barrio bohemio con bares y terrazas ideales para disfrutar del atardecer con una bebida fría. Es el broche perfecto para el paseo, un momento para sentarte, relajarte y dejar que la magia de San Sebastián te envuelva.
Más Tesoros del Camino
Además de las tres playas, el recorrido ofrece vistas a otros lugares que hacen que el corazón se acelere. El Monte Urgull, que se alza junto al Paseo Nuevo, es un recordatorio de la historia de la ciudad, con su castillo y sus senderos que ofrecen vistas espectaculares. La isla de Santa Clara, visible desde La Concha, es otro punto que añade encanto al paseo. En verano, puedes tomar un barquito para visitarla y explorar su playa diminuta o su faro, un plan perfecto para los más curiosos.
Consejos para Disfrutar al Máximo
El paseo de las tres playas es una delicia en cualquier momento del día, pero al atardecer, con el cielo pintado de tonos rosas y naranjas, es simplemente inolvidable. Lleva calzado cómodo (los 6,47 km se disfrutan más sin ampollas) y una cámara para capturar momentos como el Peine del Viento con las olas rompiendo, la barandilla de La Concha al atardecer o los Cubos de Moneo iluminados por la noche. Si el mar está movido, ten cuidado en el Paseo Nuevo para evitar un chapuzón sorpresa. Y, por supuesto, no te vayas sin probar un pintxo en el puerto; es como llevarte un pedacito de San Sebastián en el paladar.
Conclusión: Un Paseo para Guardar en el Corazón
El paseo de las tres playas de San Sebastián es mucho más que un recorrido junto al mar. Es una experiencia que combina la fuerza del Peine del Viento, la elegancia de La Concha, el alma marinera del Puerto, la energía del Paseo Nuevo y el espíritu moderno de la Zurriola. Cada paso te cuenta una historia, cada vista te roba un suspiro. Con sus 6,47 km, este paseo es una carta de amor a San Sebastián, una ciudad que sabe cómo conquistar a quien la recorre. Así que, si estás por aquí, no lo dudes: ponte a caminar, déjate llevar por la brisa del Cantábrico y descubre la magia de este paseo inolvidable.